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domingo, 17 de marzo de 2013

INCRÉDULO, de Isabelle Lebais


Este micro está concursando en el blog de Esta noche te cuento, publicado el 11-3-2013:




Todo comenzó la noche anterior y la situación se volvía a repetir por la mañana, el reloj corría en su contra y no les permitía moverse de allí hasta que no terminase con su ardua tarea y ya se estaba haciendo muy tarde.
Los tres, desde el quicio la puerta le miraban con diferentes actitudes, su hija mayor con lástima, su hijo esperando a la respuesta definitiva y su mujer con resignación.
Antonio seguía en su tarea sin levantar siquiera su mirada de la mesa, con total concentración y con un cuidado extremo para no confundirse.
Ya casi llegaba al final y una sombra de decepción recorría su rostro. Levantó la mirada para enfrentarse a los testigos que esperaban el resultado.
        ─2083, 2084, uff…
        ─ ¿Y?

Le increpó su mujer con un tono de desesperación que no pudo ni quiso disimular.
        ─ Teníais razón.
        ─ ¡No!, ¡Dilo en alto!, ¡para que se te quede grabado en esa estúpida cabeza!
Le gritó su mujer completamente exasperada a punto de decir alguna que otra barbaridad más.
        ─Está bien… Hay la misma cantidad de lentejas, que antes de ponerlas a remojo. 

Por Isabelle Lebais.


CERTEZA, de Ricardo Corazón de León

Este micro se publicó el 12-3-2013 en el blog Esta noche te cuento:





Me crié entre lamentos y lloros por los dolores de la enfermedad en mi madre, a los siete años y, posteriormente, en mi padre. Viví con la obsesión de lo injusto que resultaba soportar toda esa serie de lastimosas decadencias o lacras hasta que nos llegara la muerte. En mi simplista manera de pensar y con mis estudios científicos diseñé un chip que, injertado bajo la piel, podía ser oprimido para producir la muerte sin dolor del portador y puse una extensión máxima en la vida de sesenta años.

Me pareció que esa edad era la aceptable porque más allá de ella todo eran achaques e injustas dolencias. También me pareció honesto que cada persona supiera exactamente cuándo iba a morir. 

El producto de mi trabajo me fue arrebatado por el gobierno y en compensación a mi ingenio me dejaron vivir hasta la edad de 84 años, sin privarme de un solo achaque ni dolor, mientras que mi invento se convirtió en un arma en sus manos: Al primer síntoma de enfermedad larga o incluso corta el chip se accionaba y un improductivo menos.

FIN